Las paredes también cuentan historias emocionantes.
Te voy a contar como y porque decidí hacer este mural.
Aquí, en esta habitación, con un último suspiro se despidió de este mundo mi madre.
Mi madre era muy creyente, sin obsesiones, tenía un profundo respeto por los
demás y de esa manera nos educó a mis hermanos y a mí.
Creía en las personas, en el amor verdadero, en la sincera amistad. Jamás le
conocí enemigo alguno, ni una sola relación dañina. Cuando la otra parte era incapaz,
por alguna razón, de impedir hacer daño, ella considerara su situación, la
comprendía, la justificaba y con bondad la aceptaba. Decía que siempre, cada uno de nosotros tenemos un motivo para actuar
como lo hacemos.
Creía que todo, con un poquito de interés y dedicación, se podía hacer. Siempre
encontraba la solución, su máxima era escuchar y entender.
Creía necesario el silencio. Ese silencio que te abraza el alma para
encontrarte contigo mismo, con ese profundo respirar que te llena de paz.
Creía que había que saber escuchar al otro, para poderlo comprender. El otro,
decía, tiene sus propios infiernos y es complicado interpretarlos sin ser
juzgado, mejor atiéndelo, acompáñalo, no lo dejes solo.
Creía en el futuro, tenía mucha fe. Jamás perdió la esperanza, sabía que dentro
de cada uno de nosotros, existe un gran mundo por descubrir y el camino y el
paso de los años, nos ayudarían a saber elegir.
Creía en la naturaleza, creía que el olor del campo sería infinito, le apasionaba
el radiante color de las flores, sus aromas, y se deleitaba pacientemente en su
crecer. Paseaba sintiendo en cada poro de su piel, el palpitar de cada vida.
Así, con esta pared decorada, plasme en un mural, el recuerdo de mi madre para
siempre y así tenerla junto a mi cada noche, esperando la llegada de un nuevo
amanecer.
Loles.